viernes, 29 de agosto de 2014

Consejos para apuntarse al gimnasio y sobrevivir al primer día


apuntarse al gimnasio
El señor que iba a mi gimnasio con zapatos de señor.

Apuntarse al gimnasio es uno de los principales del propósitos que cada año que nos hacemos los habitantes del primer mundo (no estoy seguro de que aún podamos incluirnos en esta categoría, pero permítase la licencia). El caso es que con apuntarse no basta, hay que ir también, pero al menos es un primer paso.

Y cuando uno decide apuntarse al gimnasio llega el abismo de terror de encontrar dónde hacerlo. Peor que encontrar una religión nueva o un club de petit point en el barrio de Salamanca que te acepte. Los gimnasios son sitios que vistos desde fuera parecen sectarios, y que no quieran decirte cuánto valen por teléfono no ayuda a cambiar esa imagen.

Así que tienes que ir allí para saber las condiciones y ver el panorama. Si preguntas si puedes ver las instalaciones lo más probable es que te abandonen a tu suerte y te adentres en ese averno de bíceps y malla sintiéndote totalmente fuera de lugar. Porque tú entras vestido de calle y te sientes inspeccionando la zona como un textil detrás de un arbusto de una playa nudista. En ese momento la información que necesitas es si está limpio y si está masificado, por lo que te recomiendo ir a la hora que pienses acudir normalmente o a la hora punta que suele ser a las 8 de la tarde, para así tener datos más fiables.




apuntarse al gimnasio
Carita (vomitando) encontrada en una máquina del gimnasio.

Los gimnasios pueden dividirse en dos grandes grupos: las cadenas súper cool y los gimnasios de barrio, y cada cual tiene lo suyo.

Una vez valorados precios e instalaciones, apúntate sin pensarlo porque como lo medites mucho encontrarás un motivo para dejarlo para el próximo mes, y luego para el siguiente y así hasta que estés aprovechando tu plan de pensiones y sólo quieras hacer aquagym. Cuando sueltes la pasta, deja tu primer día de gimnasio para mañana (pero no para pasado) porque ya has hecho bastante por hoy.
Ahora es el momento de pensar: ¿qué tengo que hacer en mi primer día de gimnasio? ¿cómo me comporto? ¿qué tengo que llevar? ¿qué me pongo? ¿me mirarán el pito en las duchas? Tranquilo, todos nos hemos hecho estas preguntas y todas tienen respuesta.

Antes de ir al gimnasio me preguntaba qué llevarían en esas bolsas de deporte tan grandes para hacer pesas un ratito, pero luego he descubierto que para el gimnasio necesitas más complementos que Barbie Dubai, y eso sólo con lo básico. Debes llevar la ropa con la que harás deporte, la ropa que te pondrás después de ducharte que puede ser la misma con la que viniste si no está sucia (la ropa interior no, ¡guarro!), la propia ropa interior, los cascos para oír música, las chanclas para la ducha, gel y champú si no lo hay en el gimnasio y secador si lo necesitas, el desodorante, otra toalla para poner en las máquinas y secarte el sudor que probablemente no tengas, una botellita de agua para no deshidratarte. Opcionales serían cremas varias, gomina/laca o similar o los avíos para hacerte tu batido de proteínas. Yo me llevaba antes un táper con piña porque me dijeron que era bueno tomártela justo después de hacer el ejercicio: te ayuda a reponerte y no quedarte Carmina en los vestuarios y además ayuda a asimilar proteínas después.

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La señora de mi gimnasio que llevaba el bikini (¿bragas?) por encima de las mallas como una superheroína de cómic.

Cuando ya tengas tu petate listo asegúrate de ir bien vestido. Mi recomendación es que seas natural y no vayas el primer día con pinta de haber saqueado el Decathlon más cercano. Un pantalón de chándal normal y una camiseta de algodón pueden valer. Cómprate uno si el último chándal que queda en tu armario te hace parecer la Sporty Spice.

Una vez allí, no te dejes llevar por el pánico. Algunos te mirarán con desdén y otros harán como que no existes, pero tú haz como que sabes de qué va el tema y siéntete al control de la situación. Primero pídeles a los monitores que te hagan una tabla y si no sabes cómo usar una máquina no te cortes en preguntar cómo se usa. Y no faltes a las normas de cortesía del gimnasio cuando te pregunten: ¿Nos turnamos en esa máquina? Sí. ¿Me puedes ayudar con estas pesas? Sí.

Esto último me hace especial gracia cuando un forzudo enorme te pide que estés con él mientras levanta tropecientos kilos por si no llega a levantarlos en la última repetición que le ayudes a quitársela de encima. Ay pobre, cómo dependas de estos bracitos… Pero ahí que vas, a dar apoyo moral y contemplar cómo se le pone la cara roja del esfuerzo.

Y ahora sí, llega el momento de responder a la gran pregunta: ¿Y EN LAS DUCHAS QUÉ?

Naturalidad. Tranquilos que la mayoría de gimnasios tienen duchas con puertas y no es aquello una película porno de la marina yanqui. Nadie te va a mirar nada porque probablemente estarán muy ocupados mirándose a sí mismos en el espejo. Si te miran probablemente sea más por no dejar de mirar que por lascivia. Y bueno, si te miran con deseo: felicidades, eso es que empiezas a ponerte buenorro.

P.D. No te olvides de compartir en tus redes sociales que estás en el gym porque una de las principales satisfacciones de ir es hacer sentir mal al resto que no va.

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